Me declaro culpable

En El Mundo según Yisus en el que crecí hay cosas que son consideradas cuasisacrílegas.
De pequeña tuve que resingarme, a modo de ejemplo, al mandamiento que imposibilitaba las zambullidas en la pelopincho sino hasta por lo menos dos horas y media después de haber ingerido algún tipo de alimento.
Ahora que soy casi una adolescente (jeje) empiezo a tener la convicción de que mi padre ha mantenido una relación tan cercana con "el Barbudo" que un buen día le habrá entregado algo así como una tercera tabla de la ley (sólo que el mundo no está preparado aún para conocer su contenido... No vieron Los Simuladores? o El Código Da Vinci?)
Lo cierto es que en mi hogar hay acciones prohibitivas: el mandamiento número 11 sería algo así como "No te colgarás del cable del vecino", el 12 "Nunca, y bajo ninguna circunstancia, utilizarás el repasador con que te secas las manos para secar los platos", el 13: "Santificarás la mesa sentándote para comer dentro de los diez segundos en que te convoquen", el 14: "No llamarás a teléfonos celulares desde el fijo" y otros tantos que debo mantener en reserva para proteger el secreto familiar y no ser considerada una hereje.
Pero debo confesar que ayer pequé. Quizá esta confesión pública sólo se deba a mi necesidad de mermar el sentimiento de culpabilidad con el que me lacera mi severo superyó.
Sí, lo confieso! Fue con estas manos que tomé las tres bolsas de basura putrefacta que acumulamos en casa desde el sábado y, sabiendo que el recolector ya había pasado, me fui sigilosamente hasta la esquina, atendiendo a no ser vista por ningún vecino delator, las arrojé al pie de un árbol y salí corriendo!
Perdón Yisus! ... Y como a toda confesión sigue una penitencia me voy porque todavía debo arrodillarme sobre maíz un rato.